¿Podríamos tener la misma capacidad de razonamiento sin los sentidos?
El cuerpo por consiguiente es el puente para llegar a un razonamiento más profundo, como también es el posible óbice que no lo permite. Depende pues de cada ser el dar un valor al cuerpo y a su interacción con el mundo. Los cuerpos humanos en sí aunque estén compuestos de lo mismo, difieren en una de sus partes, siendo esta la que hace que los elementos utilizados para formar el cuerpo se conviertan o adquieran la visión de algo diferente. Dicha parte del cuerpo en forma física es el cerebro y es el que permite establecer una apropiada conexión con lo que los sentidos nos brindan, entonces las demás partes del cuerpo actúan en función de este para que se dé una armonía entre naturaleza, y pensamiento.
El cuerpo consigue su definición y su existencia por la interacción constante con otros cuerpos, obteniendo entonces identidad y con esta, todo lo que lo rodea también.
El cuerpo es, entonces, el puente entre la experiencia y la razón; y es por el cuerpo y por la naturaleza de las cosas que se da paso a los acontecimientos. Y entre todos estos resulta como más destacada la etapa del enamoramiento o el sentir amor hacia algo-alguien en sus diversas formas (amor pasional, platónico, fraternal…), este sentir aunque se muestre como mera expresión, es más bien algo que obedece a lo determinado e individualizado en ambas personas comprometidas con dicho “sentir”, se hace presente el egoísmo arraigado en cada persona: manipulación, idealización y desenfreno se realzan como si desde siempre estuviesen en nosotros. Y es por eso que cuando se da la unión entre dos personas, el resultado llamado amor no es más que un afán de mantenerse, de dejar una especie de legado que con el tiempo puede no serlo.
El amor visto como un sentir, como algo puro y auténtico, resulta ser un ardid puesto por la naturaleza que tiene por objeto la supervivencia de la especie; el cuerpo en cierta medida también lo es (como elemento utilizado para ese fin), y por esto necesitamos sobrevivir y necesitamos de otros, porque de esta manera está condicionada la actividad del ser.
Pero el amor entonces no sólo es un sentimiento hacia alguien; puede estar dirigido hacia algo pudiendo ser abstracto o concreto, dicho sentir encuentra sus fuerzas en el contexto y en la formación del sujeto y su relación con el objeto, no necesariamente es instintivo, puesto que para serlo necesitaría dejar a un lado la forma del objeto y cada persona mediante su historia se identifica con objetos determinados.
Surge entonces el deseo que no es más que la clara transgresión de lo que se entiende por necesidad.
“El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.
Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro sí-mismo.” Friedrich Nietzsche
El cuerpo necesita ser pensado y visto de modo diferente. De lograrse se rompen las artimañas utilizadas por la inmensa mayoría que lo ve como materia a poseer; ha de ser concebido desde lo más exacto posible, es decir como aquello que es extensión y que altera los sentidos, sentidos que llevan al deseo y como etapa elegible el amor, amor que se puede demostrar de muchas maneras, entre ella la sexual, que puede ser vista como algo meramente corporal y simbólico o ”sexual”- como algo trascendental que trae consigo el más bello de los actos, y es en esta donde lo divino reside. Y reside allí precisamente porque se encuentra el erotismo, que, al actuar como un lenguaje, amplía el goce y no trae ninguna pérdida. La pérdida que aquí menciono puede ser mental y/o física, algo así como un desgaste en el que gana el instinto desmesurado.
La representación de las cosas y la relación del sujeto-objeto son controladas por los sentidos, es decir por el pensamiento que se da en un momento determinado, sujeto a una acción preponderante.
El deseo puede estar presente también en el querer establecer relaciones con los otros, es decir, que de esta manera el ser pretende, entre otras cosas, identificarse, porque para eso está hecho su cuerpo; la función del ojo por ejemplo, es ver lo que está fuera de sí, la de las manos es tocar y agarrar lo que lo rodea, etc. Entonces el cuerpo en conjunto y en relación con el sentir busca como anteriormente dije la identificación y la representación de lo que es. Con las demás personas podemos medir lo que somos y lo que no queremos ser porque es en la constante interacción donde alcanzamos la plenitud. Pero es necesario reflexionar sobre esas relaciones cuando se tiene la oportunidad de estar solo, para de esta manera fortalecernos y fortalecer al otro. Se dice que la medida del lenguaje es la medida de cada mundo, el lenguaje es medio de expresión, por ende es la necesidad de pensar en todo lo que se presente como una “envoltura del pensamiento”, es decir todo lo que pueda ser descifrado o lo que pueda conducir a lo total. De esta manera el mundo obtiene una amplia cosmovisión y lo que hace parte de él también. El hombre, la naturaleza, sus comportamientos y evolución son interpretados por la división razonar-sentir y medidos por el lenguaje, este es el que permite la construcción del mundo de los objetos, el que les da un sentido.
El lenguaje se vale de la palabra, aunque la palabra es un arma de doble filo, es pensamiento y herramienta de este; se podría decir que es su extensión. Acción con la cual expresamos ideas, muchas de las veces lo más transparente posible. Con el lenguaje pasamos a ser sujetos activos y dominantes de lo que nos rodea, las cosas de por sí adquieren otro sentido y ya con esto el pensar se vuelve objetivo. Si queremos comprender lo que nos rodea tenemos que hurgar en los elementos visibles, sólo accesibles a un buen razonamiento que no se desprende de lo real y que es medido por el leguaje.
Con la palabra se crea y se destruye, la palabra tiene cuerpo, altera los sentidos y es creada por la razón como también entendida. Sirve para crear realidades, justifica hechos y derrumba pensamientos.
Se puede concluir que el deseo, como el amor puede ser razonado o racionalizado, dependiendo pues del sentir de cada persona, que las relaciones con los otros nunca pueden ser dejadas a un lado porque la misma naturaleza nos obliga vivir en conjunto. El cuerpo por su condición pasa a ser el puente entre lo que se siente y lo que se piensa, puente sin el cual no sería posible dicha interacción. La realidad adquiere sentido y es construida sólo cuando la persona portadora del lenguaje se atreve a utilizarlo, este, la palabra y la comunicación son las herramientas esenciales para comprender el mundo y para ser comprendidos por él.